jueves, 24 de enero de 2013

¿en qué quedamos?

"Uno encuentra normal en los antiguos filósofos que no solo se ocuparan de la Idea del Estado sino también del Estado mismo en que vivieron. Estos pensadores no fueron cosmopolitas abstractos sino auténticos patriotas. Ahora bien ¿ya no pueden ser los filósofos patriotas modernos? [...] Pero no hay que olvidar que la Praxis del filósofo es la Teoría" (Karl Rosenkranz, Bocetos de Königsberg, XLI-XLII)

lunes, 21 de enero de 2013

café David Lynch



buenos días y feliz cumpleaños

domingo, 23 de diciembre de 2012

martes, 18 de diciembre de 2012

miércoles, 12 de diciembre de 2012

martes, 11 de diciembre de 2012

sábado, 8 de diciembre de 2012

martes, 4 de diciembre de 2012

el último servicio del intelectual


Si queda alguno, el último servicio que puede hacer el intelectual es callarse. No prestar atención a los esporádicos titulares en que se pregunta dónde está, se inquiere por su silencio y se reprocha su traición, la dejación de sus responsabilidades. Resistan, ya quedan pocos y queda menos todavía.

Recomiendo el visionado del vídeo en que Risto Mejide dialoga con Agustín Fernández Mallo sobre redes sociales. A preguntas de la ágil reportera con voz de pito el “inclasificable” (sic) responde que no tiene ni idea de lo que son las redes sociales, tampoco sabe muy por qué está allí, pero se ha construido un personaje, una marca y sabe venderse, y bien vale la pena averiguarlo. Agustín, con su habitual bonhomía, le observa con sonrisa de conejo.

Acostumbrados a las habituales soflamas del PPP (Patéticos Pensadores PRISA) esta declaración es, como suele decirse, un soplo de aire fresco. Quizá sea un jeta, pero al menos no engaña. Los autodenominados intelectuales tienen desarrollado ese apéndice porcino hasta extremos inimaginables: no abandonan ni con aceite hirviendo la primera persona al exponer algo y se ahogan en la autocita. Su vocación es llegar a ser tertulianos, a poder opinar sobre todo sin la menor preparación, pero con la máxima contundencia.

En este momento, en que el ciudadano padece más la incompetencia que la corrupción, uno siente nostalgia de la “barbarie del especialismo”. En una sociedad tan compleja no necesitamos a los intelectuales de antes con sus análisis y recetas simplistas. Tampoco a los cantamañanas de ahora. Necesitamos especialistas baaaárbaros (así, con acento argentino) que, al menos, sepan de lo que hablan.