miércoles, 24 de octubre de 2012

viernes, 19 de octubre de 2012

lunes, 15 de octubre de 2012

romanticismo negro

Samuel Colman, Vor dem Weltuntergang, 1837.

Leo en la prensa que hay en Frankfurt una macroexposición sobre el "Romanticismo oscuro". A la oportunidad de la misma se añade el que sea precisamente en Alemania, a la que se le suele identificar con el romanticismo luminoso, especialmente por su primer romanticismo.

Si el romanticismo luminoso es el alma de la publicidad, el negro lo es de nuestras distopías, en particular de las tecnológicas. Citan un frase de Baudelaire, el gran tardorromántico, es decir, moderno: "El romanticismo es una gracia, una gracia divina o infernal, que nos ha marcado con estigmas indelebles".

Esta mañana hablábamos en clase del lado oscuro de lo sublime, de los costes humanos en la publicidad y la propaganda política. Lo sublime es el diagnóstico de la catástrofe desde una distancia de seguridad. El cuadro de Colman, que no conocía, es un magnífico ejemplo de ello: hundimiento del mundo contemplado serena y (hasta cabe suponer) deliciosamente por un individuo que acodado sobre unos libros muestra una leyenda. Es de 1837, pero resulta extrañamente actual. Enciendo la radio, pongo la televisión y le veo y oigo: es un tertuliano. Diserta sobre lo mal que está el presente y que no hay futuro: el mundo se hunde a sus pies mientras pasa por caja.

lunes, 8 de octubre de 2012

ambigüedad sin límites

Estoy trabajando en la actualización para enero del año que viene de Guía de Complejos. Estética de teleseries. Hay sorpresas. De momento, una encrucijada, y es un giro del tratamiento del tema de la ambigüedad en la ficción. Un adelanto de la perplejidad.







"- Todos me felicitan como si hubiera hecho algo estupendo. Le he dado fuerte. Estaba esposado. No sé dónde está el límite.
- Tienes mucho poder ahí fuera. Si no puedes controlarlo quizá no deberías estar aquí. Oye, cuando salimos de la Academia pensamos que todo es blanco o negro, pero no lo es. Vivimos en el gris. Vivimos ahí. Ahora sabes de lo que eres capaz."

Este diálogo entre John Cooper, oficial tutor, y Ben Sherman, policía novato, pone un final rápido al período de aprendizaje de este. Estamos ante un Meister de Goethe para Academia de Policía.

Primeras impresiones

Es todo un ejercicio de guía en la complejidad a través de un discurso del límite.

Segundas impresiones

 Algo ha cambiado. Ya no se trata del límite como línea móvil, tampoco como la rígida que se cruza o no. No estamos, y es una novedad de este tiempo, (Southland no es la única) ante series negras, herederas de la novela negra o el film noir. Se trata de series grises. La diferencia es muy importante. Hay un discurso del límite para un mundo en blanco y negro, pero falta otro para el mundo en gris. Ya las imágenes van por delante mostrando calles, comisarías, agentes, ciudadanos de varias clases sociales, prácticamente sin efectos especiales. Es el límite en lo cotidiano, no lo extraordinario.

Terceras impresiones

Se trata de la ambigüedad sin límites, es decir, sin referencia al tema del límite. Ya no tiene que ver con el "trans" del transgredir. Tiene que ver con un término al que se asocia ahora la ambigüedad en estas series, y es la palabra "monstruo", lo que carece de límites. Pero esta, a su vez, no responde al tópico. Asociamos el monstruo con el Prometeo del Mal, cuando es el Proteo del Mal.
El delincuente transgrede la ley humana, el monstruo carece de la humanidad del límite. Pero el monstruo es un momento de nosotros mismos, una posibilidad, reflejado en el espejo. Los policías en estas series no temen al delincuente, es su razón de ser, pero retroceden espantados ante el monstruo. Y, por ello, abandonan o están tentados de ello: "soy lo que soy porque hago lo que hago" (Wallander) Así en The Closer, así en Wallander, así el primario Frank de Breaking bad. Mr.Walt White (WW) es  Heisenberg, no Walt Whitman. El gris es el color de la gente corriente, es decir, de los monstruos cotidianos. Hay que volver a leer a Ingrid Noll.  Pocas obras literarias me han desconcertado más.

lunes, 1 de octubre de 2012

Hay futuro por delante



El chiste de Ramón en Hermano Lobo fue publicado el 2 de agosto de 1975. En septiembre de ese mismo año moría Franco y se abría el período conocido como "La Transición". El chiste ha sido evocado hasta hoy en numerosas ocasiones como muestra de la desafección ciudadana hacia los políticos, pero también cabe verlo como la respuesta de los mismos ante ella, ayer y hoy. Las posturas no pueden ser más encontradas: si los ciudadanos piensan que no hay futuro con los políticos, estos creen que tanto el futuro como la ausencia del mismo pasa por ellos. Cubren todo el espectro, la utopía y la distopía. Menos uno, el verdaderamente importante, el de las utopías limitadas.

La actualidad del chiste estriba precisamente en su capacidad paradójica, lo que le hace interesante en que nos sume en una contradicción. Se publica en el año de una dictadura moribunda como protesta contra sus políticos devenidos ya en dañinos, más que nada, por corruptos e inútiles. Es un acto de protesta contra la dictadura. Ahora su actualidad parece residir, desde el punto de vista de los políticos, en que son unos fascistas los que se manifiestan contra ellos, y pretenden supuestamente cercar, invadir o, para decirlo en términos propios, "secuestrar" el lugar en que reside la soberanía popular que ellos representan. El caos. No falta (persona sensata donde las haya) quien haya aludido a una situación pre Tercer Reich.

 Si grave es la situación, no es menos la irresponsabilidad de los análisis. Vamos a la parte que nos toca a cada uno. Pertenezco a esa generación llamada de "La Transición" que ha dado algunas de las mentes más lúcidas y críticas del panoramna actual, pero también a otros tantos merluzos mediáticos de considerable tamaño que no nos ahorran sus remunerados análisis catastrofistas para proponer (¿como alternativa?)sus recetas buenistas.

Mi especialidad son los imaginarios estéticos que operan en la sociedad de las nuevas tecnologías. He escrito libros sobre las distopías tecnológicas cuando estaban operantes, ahora no las veo por ninguna parte a mi alrededor, quedan para despistados de otro siglo. Afortunadamente, dado su carácter totalitario. La gente quiere ahora decidir, hacer, no se conforma. Las consideraciones nihilistas de Bauman, Baudrillard, Virilio etc., me parecen sencillamente de marcianos para entender el momento que estamos viviendo. Estéticamente hablando, el futuro peor ha dejado de ser rentable en el siglo XXI. No es cierto que la gente que se manifiesta o no se manifiesta crea que no hay futuro. A lo que se niegan es a que se les niegue el futuro; a que pase por esos "elegidos" que remedian el caos distópico que ellos mismos han provocado con más caos todavía. Ni los quieren a ellos ni tampoco al caos, quieren un futuro ciudadano, un futuro suyo.